Promiscuidades prodigiosas

Detrás del corazón vital, hay otro que late sin ser visto.

Hay pulmones que respiran aire, ojos que ven luz y hay otros que miran lo sutil, lo infinito y fuelles que sólo conocen el aliento frío del universo mismo.

Hay un ser que penetra magras cuentas y uno, divino, que juega y ríe con arcanos inexorables, secos, olímpicos.

Hay un sexo ardiente, animal, de sudores mezclados y gemidos y lenguas adherentes, que acaba en un fluir de esencias de carne viva y de rojo enardecido; y hay otro, que abre su puerta en medio del fuego, que baja almas del limbo y encarna seres en la jaula magnífica del útero y el semen.

Hay un ser humano caído del cielo, pariente de dioses velados, y hay un animal desbordado por una razón primitiva, unidos en un solo cuerpo.

Uno lucha por elevarse y volver a flotar, el otro pretende hundirse perpetuamente en el calor de la carne.

Uno brilla en la frente iluminada y el otro suda, abraza y abandona en cada tendón y en cada poro.

Nada e infinito,

infinito y nada

en un cuerpo

en uno mismo.


Osvaldo C. Trossero
05/2010

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