Lluvia y pasajera
Eras vos la que miraba por la ventana,
empañando el vidrio con cada pitada,
te espejaba la frente en el agua,
de una lluvia recién anunciada.
Eras vos, tus pezones marrones
los que a cada suspiro se hinchaban,
era paz en tu panza el acecho,
de una mano, mi mano, en tu espalda.
Eras vos y tus ojos brillantes,
el gemido y el brillo y tus labios,
en cada oleada un nuevo diamante,
de cada gota un nuevo resabio.
Recobramos las redes sin peces,
renunciamos a multiplicar los panes,
el vino fue de todas nuestras mieses
la más preciada, a pesar de sus males.
Más milagros que amar no logramos,
menos que eso nunca prometimos,
si en cada escalón hubiéramos dado,
lo que juraron sordos los latidos...
A qué morir con vos en la hoguera,
si entre los dos atamos las manos,
la conciencia tardía no es conciencia,
sin un Dios de los dos no expurgamos.
El veneno excitante nos dimos,
olvidamos el sabor del vino,
entre aromas de amor nos amamos,
entre fuego y dolor nos fundimos.
Fundidos y partidos caímos,
por el borde abismal de la cama,
naufragamos en una corredera,
sin rescate, con pavor, sin ganas.
Así fue que paso aquella lluvia,
el final cigarrillo fumado,
caminaste ondulando la acera,
te perdiste hundida en un lago.
“Nunca des tres favores sin pago”
me enseñó un ciego atorrante,
“nunca digas ‘amor’ en presencia,
de una joven y gentil amante”
“La poción magistral del amor y el olvido
conjugados, en uno, no puedes tomar,
si eliges amor, pues vendrá sin olvido,
y si eliges olvido…olvida el amar”
Osvaldo C. Trossero
mayo de 2010
empañando el vidrio con cada pitada,
te espejaba la frente en el agua,
de una lluvia recién anunciada.
Eras vos, tus pezones marrones
los que a cada suspiro se hinchaban,
era paz en tu panza el acecho,
de una mano, mi mano, en tu espalda.
Eras vos y tus ojos brillantes,
el gemido y el brillo y tus labios,
en cada oleada un nuevo diamante,
de cada gota un nuevo resabio.
Recobramos las redes sin peces,
renunciamos a multiplicar los panes,
el vino fue de todas nuestras mieses
la más preciada, a pesar de sus males.
Más milagros que amar no logramos,
menos que eso nunca prometimos,
si en cada escalón hubiéramos dado,
lo que juraron sordos los latidos...
A qué morir con vos en la hoguera,
si entre los dos atamos las manos,
la conciencia tardía no es conciencia,
sin un Dios de los dos no expurgamos.
El veneno excitante nos dimos,
olvidamos el sabor del vino,
entre aromas de amor nos amamos,
entre fuego y dolor nos fundimos.
Fundidos y partidos caímos,
por el borde abismal de la cama,
naufragamos en una corredera,
sin rescate, con pavor, sin ganas.
Así fue que paso aquella lluvia,
el final cigarrillo fumado,
caminaste ondulando la acera,
te perdiste hundida en un lago.
“Nunca des tres favores sin pago”
me enseñó un ciego atorrante,
“nunca digas ‘amor’ en presencia,
de una joven y gentil amante”
“La poción magistral del amor y el olvido
conjugados, en uno, no puedes tomar,
si eliges amor, pues vendrá sin olvido,
y si eliges olvido…olvida el amar”
Osvaldo C. Trossero
mayo de 2010
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