Un cuentito para los chicos grandes
Si nuestro país fuese una persona, un cuerpo, podríamos convenir que desde hace muchos años es una persona enferma, aquejada de diversos padecimientos. Tal vez pudiéramos llegar a un acuerdo, quizás, y afirmar o suponer que hacia fines de los años 60 del siglo pasado, es decir hace ya unos 60 años _que en tiempo de vida de un humano promedio serían varios meses o pocos años, en la etapa de nuestra adolescencia_, comenzamos a manifestar síntomas de una enfermedad autoinmune, por la cual algunas células del cuerpo iniciaron una rebelión contra su rol habitual y hubo una respuesta orgánica muy fuerte, ayudada por la “ciencia” de la época, que terminó por implementar un tratamiento curativo bestial. Al comienzo el propio cuerpo levantó sus defensas, mandando ataques celulares (síndrome de Arteros Ataques Asesinos, síndrome Triple A), pero fue mediante la inyección de diversos venenos y drogas nacionales e importadas, que se intentó la erradicación final de esas células