Del poder del la realidad del sueño
Descubro que el cielo
está ahí cuando despierto
y entonces recorro en equilibrio provisorio
mi tiempo hasta el próximo sueño.
Cada vigilia me depara nuevas mentiras e irrealidades,
fantasías serias,
vanidades certificadas
y castillos de naipes, hechos en las nubes,
pegados con cemento portland.
Recobrar los sueños,
casi concretos,
el orden aleatorio y perfecto
de lo real y lo flotante,
aun en las pesadillas,
es el único consuelo para esas jornadas
trastornadas por el páramo del sentido estricto,
fementido, hipócrita y creíble,
de cada papel y cada discurso,
de toda pantalla, trato, pacto y disciplina,
con sus demonios regulados
y sus licencias prenumeradas,
autorizaciones para volar los cielos abiertos,
sólo por rutas rotuladas.
También encuentro que ciertas sonrisas,
aun sin saberlo,
tal vez sin quererlo,
me dan una luz divina que me dice parte de este Universo,
y a veces,
esos mismos rostros,
me niegan la humanidad,
la sangre en la venas
y el sudor en las sienes,
a veces con razón,
porque ni yo mismo puedo reconocerme humano
cuando al sentirme un simple cuenco de barro
voy conteniendo un agua que no es mía
y sin embargo se conduce,
calma la sed del sediento,
riega el suelo del desierto
y hace florecer las piedras,
como el verano que llega
aunque nadie lo llame,
lo reconozca o lo apunte con el dedo,
acusador o halagüeño
y sin embargo llega, se queda y pasa,
porque ese es su sino
y nadie, quizás ni el mismo Dios,
hálito del cosmos,
si es que tal cosa existe,
podría impedirlo.
Osvaldo C. Trossero
19/10/2007
está ahí cuando despierto
y entonces recorro en equilibrio provisorio
mi tiempo hasta el próximo sueño.
Cada vigilia me depara nuevas mentiras e irrealidades,
fantasías serias,
vanidades certificadas
y castillos de naipes, hechos en las nubes,
pegados con cemento portland.
Recobrar los sueños,
casi concretos,
el orden aleatorio y perfecto
de lo real y lo flotante,
aun en las pesadillas,
es el único consuelo para esas jornadas
trastornadas por el páramo del sentido estricto,
fementido, hipócrita y creíble,
de cada papel y cada discurso,
de toda pantalla, trato, pacto y disciplina,
con sus demonios regulados
y sus licencias prenumeradas,
autorizaciones para volar los cielos abiertos,
sólo por rutas rotuladas.
También encuentro que ciertas sonrisas,
aun sin saberlo,
tal vez sin quererlo,
me dan una luz divina que me dice parte de este Universo,
y a veces,
esos mismos rostros,
me niegan la humanidad,
la sangre en la venas
y el sudor en las sienes,
a veces con razón,
porque ni yo mismo puedo reconocerme humano
cuando al sentirme un simple cuenco de barro
voy conteniendo un agua que no es mía
y sin embargo se conduce,
calma la sed del sediento,
riega el suelo del desierto
y hace florecer las piedras,
como el verano que llega
aunque nadie lo llame,
lo reconozca o lo apunte con el dedo,
acusador o halagüeño
y sin embargo llega, se queda y pasa,
porque ese es su sino
y nadie, quizás ni el mismo Dios,
hálito del cosmos,
si es que tal cosa existe,
podría impedirlo.
Osvaldo C. Trossero
19/10/2007
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