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Mostrando entradas de marzo, 2013

El mito de la caverna (interpretación de la alegoría de Platón)

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Somos prisioneros que habitamos una caverna subterránea. Desde niños estamos encadenados e inmóviles. Sólo podemos mirar y ver el fondo de la caverna. Detrás nuestro, en un plano más elevado hay un fuego que proyecta luz sobre ese fondo, como si fuera una pantalla; entre el fuego y nosotros, prisioneros, hay un camino más alto al borde del cual se encuentra una pared, un  tabique, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima de él, los muñecos. Este tabique es el apoyo de nuestras espaldas. Por el camino desfilan unos individuos extraños, algunos de los cuales hablan, otros silban o murmuran; portan en sus manos  esculturas y pancartas que representan distintas cosas: unos figuras de animales, otros de árboles, formas geométricas y objetos artificiales sin sentido siquiera.  Dado que entre estos raros paseantes  y nosotros  se encuentra la pared, sobre el fondo sólo se proyectan las sombras de los objetos portados por...

“De tus pezones, cuelga un sol”

Cada mutación, cada retrato, me demuestran que no se vive en vano, aunque se viva en vano. Cada arruga y cada pliegue me dicen de tus risas y tus llantos. Cada atardecer me trae los adioses del sol y los gorriones del viento. Cada mañana y su luz la energía in crescendo. El sexo de tu sexo es hueco, y sin embargo llena tanto mis vacíos. ¿Qué secreto poder esconde tu clítoris y tu ombligo? En cada pelo que donas a mi cama hay una gota de sudor que te delata; a cada estertor de tus pezones mi sexo a empujones le responde y deja alguna huella en tu mirada, que, a veces, es un poco desconfiada, y se amiga con la vida nuevamente, cuando la tarea mutua está acabada. Osvaldo C. Trossero 07-11-05 (06:11 hs.) (Para una tal G.B. prohibida y lejana en la distancia y en el tiempo)

El niño y el sabio

Cuando veo que la vida es un ciclo, una rueda, a veces olvido que volveré a ser niño. En la plenitud de mi fruta  en la turgencia de mi ser mortal descuido por momentos que adentro vive que late y ríe  y pierdo tiempo sin querer mirar, por la mirilla,  como en la infancia, para espiar mis huecos aun sin llenar y descubrir el mundo  para temblar de miedo olvido el juego reniego de andar descalzo en la lluvia, ¿cambié la escondida, por el ocultar? ¿cambié la chacota, por la joda mal? ¿cambié la sonrisa, por “ta’ todo mal”? Ahora y aquí recuerdo a mi niño y tiro ese lazo para retomar, su risa en mi panza, los ojos chiquitos y rojos de tanto llorar las piernas raspadas de ramas, de bicis mirar y creer  aun sin saber  qué era eso  que no se debía mirar Eso y mucho más está en mi niño,  lo traigo adentro,  lo vuelvo a encontrar, le doy su espacio  acepto ser niño y el mensaje es claro,  viene desde lejo...