Camino
Me tragué toneladas de basura,
manuales de disciplina,
ideas viejas,
relicarios y hasta mapas.
Digerirlas me llevó 40 años
y aun hoy
aparecen en los restos
que la taza sanitaria
al fin lleva
a parar a las cloacas.
Empecé por mirar
en otros ojos,
unos ojos que parecían extraños,
que decían con descaro:
“si te perdés afuera
igual seguís siendo un ermitaño.”
Nada entendí
y puse a los demás palabras mías,
colgadas como la ropa mojada,
hasta que vi
que cada camisa
era mía
y ya seca
bien se me acomodaba.
Comencé a rechazar tanto lo otro,
ya no soportaba esas caras,
que con una Gillette gastada
y oxidada
me miraba al espejo
y me cortaba,
con la ilusión de cortar en esa cara
otra cara por mi cara rechazada.
Casi ayer, ya muy cansado,
comencé la maestría en escaparme.
Me colgaba en ala delta
y me volaba
ante la más mínima
y sorda
brisa que sirviera
para alejarme.
Hasta que de una buena vez en esos vuelos,
desde lejos pude ver una estructura
con forma de ciclo,
de vuelta
de rueda, rota,
a la que le faltaba
un trazo;
completé
con un trazo de los míos
y rodó tranquilamente cuesta abajo.
Saqué de mi baúl los trastos viejos
y una fogata se llevó
a algún destino
los ataúdes,
las lisonjas
y los muertos,
se los llevó simplemente
por su camino.
De tanto rodar por el camino
de tanto andar y estar despierto
de tanto respirar y sorber vino
voy dejando atrás lo falso
y lo incierto.
Osvaldo C. Trossero
(Pelu)
16-17/05/2012
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