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    En un negocio de moda, en el centro, venden maniquíes usados. Son unos maniquíes con caras de adolescentes, niñas, muy extrañas. Hoy vi la oferta.

    A las adolescentes les gustan. Lo que no saben es que rascando un poco la superficie plástica de esas muñecas gigantes aún pueden verse tendones y sangre latiendo levemente. Alguna vez vivieron como niñas y jóvenes; luego se fueron volviendo de plástico y quedaron ahí, como olvidadas en el local, casi como las estatuas de un templo.

    Sus padres no percibieron la ausencia.

    Los dueños del local quieren desprenderse de las evidencias y, de paso, hacerse de unos pesos extra, porque, de todas maneras, esas clientas ya no traen mayores beneficios y se les han amontonado ya muchas en el desván.


    ¡Ah! ¿No lo creen? Pasen por el local de esa marca, rasquen el plástico y lo verán.

Osvaldo C. Trossero
05 de Mayo de 2012

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