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Mostrando entradas de mayo, 2012

Camino

Me tragué toneladas de basura, manuales de disciplina, ideas viejas, relicarios y hasta mapas. Digerirlas me llevó 40 años y aun hoy aparecen en los restos que la taza sanitaria al fin lleva a parar a las cloacas. Empecé por mirar en otros ojos, unos ojos que parecían extraños, que decían con descaro: “si te perdés afuera igual seguís siendo un ermitaño.” Nada entendí y puse a los demás palabras mías, colgadas como la ropa mojada, hasta que vi que cada camisa era mía y ya seca bien se me acomodaba. Comencé a rechazar tanto lo otro, ya no soportaba esas caras, que con una Gillette gastada y oxidada me miraba al espejo y me cortaba, con la ilusión de cortar en esa cara otra cara por mi cara rechazada. Casi ayer, ya muy cansado, comencé la maestría en escaparme. Me colgaba en ala delta y me volaba ante la más mínima y sorda brisa que sirviera para alejarme. Hasta que de una buena vez en esos vuel...

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    En un negocio de moda, en el centro, venden maniquíes usados. Son unos maniquíes con caras de adolescentes, niñas, muy extrañas. Hoy vi la oferta.     A las adolescentes les gustan. Lo que no saben es que rascando un poco la superficie plástica de esas muñecas gigantes aún pueden verse tendones y sangre latiendo levemente. Alguna vez vivieron como niñas y jóvenes; luego se fueron volviendo de plástico y quedaron ahí, como olvidadas en el local, casi como las estatuas de un templo.     Sus padres no percibieron la ausencia.     Los dueños del local quieren desprenderse de las evidencias y, de paso, hacerse de unos pesos extra, porque, de todas maneras, esas clientas ya no traen mayores beneficios y se les han amontonado ya muchas en el desván.     ¡Ah! ¿No lo creen? Pasen por el local de esa marca, rasquen el plástico y lo verán. Osvaldo C. Trossero 05 de Mayo de 2012

Cierto Día

Hice memoria con la profunda convicción de que llegaría a saber cuándo fue que comencé a enderezar mi camino. Así fue que recordé cierto día en el que estaba yo sentado mirando la nada, abstraído y flotando en una especie de eternidad provisoria, cuando ¡zaz! ahí estaba esa sensación oceánica de la que había oído hablar en el pasado. Claro que cuando digo ahora “cierto día”, no lo digo vestido de la certeza de cuál fue exactamente ese día en particular en el almanaque de turno, si no que me arropa suavemente el saber que ese día en particular fue cierto día, un día cierto, uno, al fin, verdadero. Osvaldo C. Trossero (Pelu)

Matices del Otoño

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