Échenle la culpa al chino
El chino no dejó que se fuera la noche.
Por esas maravillas de la vida la cursiva me señala el camino.
La ternura no se agota en un abrazo,
Para amar no vale tener las manos rotas.
Fue del chino el engaño y el atraso.
No creí que tanto soplo fuera una tormenta.
Entre espías reputados no acostumbramos a pagar las cuentas
que nos dejan a la puerta los esbirros.
Si servimos a un rey es por temor
y para evitar un día, simplemente, desaparecer.
Es el chino el que dejó la puerta abierta,
no cerró con llave la tranquera al pasado,
el futuro se filtró como una droga
y ahora el presente está todo arruinado.
El chino prendió la luz y abrió la canilla.
El chino dejó los pies marcados en el parqué de nogal.
La sorpresa no vino a visitarnos asustada por tanto imaginar
que era el chino el que entreabría las ventanas
y el de las puertas que quién sabe adónde dan.
Osvaldo C. Trossero (hoy 15 de agosto de 2011.)
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