Sobre la prohibición de las carreras de perros galgos

Amo los animales, de todas las especies y razas, disfruto su compañía, su presencia, con sólo observarlos, mirar sus rastros y escuchar sus cantos soy feliz. Considero en particular a perros y caballos mis hermanos, no menores ni mayores que yo mismo en ningún aspecto, salvo en la posibilidad de racionalizar mi existencia. Disfruto, sufro y comparto con ellos y valoro nuestra interacción como un vínculo con cualquier otro ser presente en mi consciencia, sin diferenciar la vivencia de la que comparto con otros humanos. Claro que mis perros viajan en la caja de la camioneta, usan collar para que ahí pueda asegurarlos, andan en 4 patas, se bañan en la laguna conmigo, comen del plato en el suelo, y beben agua de su bebedero, retozamos juntos, nos revolcamos, jugamos. Ellos no van a trabajar aunque a veces me acompañan a la oficina. Me avisan si sienten a alguien extraño cerca, se tiran pedos sin culpa ni remordimiento, me muerden las manos y yo las de ellos y sus orejas también, y a veces el hocico o el cuello, al igual que ellos. Yo les grito en algunos momentos para ordenar que dejen de hacer algo y ellos me ladran para decirme que quieren ir conmigo al campo, no dejan de ser perros y yo no dejo de ser humano. Me puedo imaginar ir a una carrera de perros, me puedo imaginar que el vigoroso Teddy corra una,  y que la acrobática Layla compitiese en saltos y esas cosas y también me puedo imaginar ganar un premio en dinero por ello. No puedo imaginarme maltratarlos por ningún motivo. Pero eso sí, ellos van al veterinario (yo los llevo), duermen en su cucha, bastante limpia, comen comida para perros y yo duermo en mi cama y como comida para gentes, sin ninguna vergüenza o contradicción. Ellos tienen un dueño que los manda, cuida y protege y yo creo que no, aunque a veces sospecho que sí. Ellos son animales, tanto como yo, con las diferencias por todos conocidas.

Una de las pocas diferencias que haría con  ellos sería que si un día tuviese que elegir en el dilema de salvar un humano o un de mis perros, salvaría al humano y luego lloraría por haberlo hecho.

Ese es mi caso y con todo ese amor por los animales, no puedo entender la prohibición de carreras de perros, como tampoco entendería que se intentase lo mismo con las de caballos. Tampoco entiendo la oposición a las jineteadas. Venimos compartiendo vínculos con los animales desde hace miles de años, con los domésticos desarrollamos amores que muchas veces compensan  los amores que no nos prodigamos entre humanos. A veces nos maltratamos, con animales y con humanos, y aquí también puesto a elegir, si no pudiese salvar del maltrato más que sólo a uno salvaría al humano.  Si es por prohibir prohíban el futbol, donde se matan entre personas, se usan drogas lícitas e ilícitas para incrementar el rendimiento, prohíban la música electrónica y la cumbia de paso, prohíban las carreras de autos que contaminan y matan gente, prohíban todos los deportes donde hay apuestas, prohíban los autos y los colectivos de línea, las motos y las bicicletas, en especial las viejas, prohíban los sánguches con mayonesa, prohíban las bombas y las balas, que se yo, prohíban todo, los cuchillos, los tenedores y las biromes, también las redes sociales, los curas pedófilos, prohíban al humano, en general y en especial a los que no piensan como yo.


Osvaldo

Teddy del otro lado de la reja, luego de voltear la ropa del tendedero, con una percha en el cuello que le quedó ahí como prueba de su "delito"...

Layla con su elemento T.O.C., "la pelo".

Comentarios

Entradas populares de este blog

Memoria Adentro - Raúl Carnota

La camorrita

Matices