Salí y el mundo no estaba para mí



Salí a la calle
para encontrarme el día a día
y el mundo no estaba para mí.

Salí para encontrar lo cotidiano,
para encontrar un mí mismo,
y un gran hueco estaba ahí.

La humedad quiso llenar el vacío
pero no pudo,
y el hueco húmedo igual estaba ahí.

No era un hueco húmedo simpático y dulzón.
Era húmedo, pero si hubiera podido imponerse al clima
habría sido un hueco seco y ventoso.
No un túnel, si no un vacío.
Un vacío invasor de todo lo lleno,
que lo traspasa,
que lo envuelve todo;
le faltaban 5 pal’ peso,
porque si no hubiese disuelto el todo,
pero no,
era el sino del vacío,
ese era su sino.

Anduve la calle.
Hasta que me encontré con otros.
Esos otros también eran atravesados por el vacío.
Algunos lo sabían o parecían sospecharlo,
otros de esos otros ignoraban con ojos abiertos y a voz en cuello que el vacío los tenía rodeados y los inundaba también.
No declararé acá quiénes sumaban más numerarios en sus filas.
De los perceptivos del vacío pude saber que los había introspectivos que sabían de sus vacíos interiores, otros en cambio se refugiaban del vacío exterior adentro suyo de sí.
Yo viví en esos países por temporadas y tuve mi época en la frontera. Pasaba todos los días de un país al otro; hasta que un día algo cambió.

Una chispa extraña se prendió un momento: iluminó lo hueco y vi confines que antes no había notado. Vi que había otros adentro mío, viejos y niños, algunas mujeres, creo que logré apreciar hasta una ameba que justo se dividía para crecer, comportamiento raro ese.

Un día la chispa estuvo y al rato titiló. Se apagó. Se volvió a encender y cierto día chispeó tanto que que que provocó un incendio.
Ardieron unos cuantos cachivaches.
Ardieron trofeos que representaban algunas glorias de otros tiempos.
Ardieron papeles y libros un montón.
Ardió el altar de los credos, aunque el Universo maravilloso pintó con tizne en su lugar un sol, uno de los tantos, y sus planetas, pero lo pintó raros y entreverados y pocos ojos los veían por lo que eran.
Bueno, así ardieron cosas que parecían valiosas
y se hicieron polvo, igual que las tontas y que las infames.
Arrasó el incendio y salió para afuera, afuera de adentro, y ahí alumbró un poco el vacío grande que me rodeaba. Luego se apagó.

La chispa quedó viva y cada vez que chispeaba fuerte manaban las fantasías porque ya no había más pasto para llamas nuevas. Algunas fantasías adentro, otras a chispazos tan fuertes saltaban, como letras vivas en un sartén caliente, hacia afuera. Las fantasías son la esencia de las llamas y de los incendios, son la luz con la que podemos ver a los otros e iluminar los huecos.

Otro día con chispa voy a hablar más de las fantasías.


Osvaldo C. Trossero (Pelu)
26/03/2012

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