El derecho: “El río pleno, lleno”
Veo el curso caudaloso que fluye como hace milenios. Soy observado de reojo por una garza, sola, atenta, desde un timbó curvo sobre la barranquita, y dos gallitos caminan, como Cristo sobre el agua, ayudados por sus patas palmeadas, y revolotean su copetito cremoso con cada trote trunco. Cuando braceo para mantenerme apenas a flote, se vuelven más recatados mis vecinos, quizás sospechando algún zarpazo u otra traición inesperada. No saben que por mi cuenta los veo de reojo, ni entienden que cada respiración que me sustenta sólo me alienta a sentir como fluye interminablemente el río, y que jamás atizaría alguna humana ansia de destrucción; si hasta pienso en excusarme con el paisaje por aparecerme ahí con mi cuerpo… pero de pronto entiendo que como animal soy bienvenido en este territorio costero. Arropado de río me desplazo entre irupés y camalotes que bordean la rivera y voy así, atravesado por el río, hasta que decida volverme tronco a la deriva o convierta mis extremidades en...